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  • Ana Paola

    Ana Paola, estudiante de astrofísica, escribe historias.

    Autora: Ana Paola, estudiante de astrofísica.

    Monclova, 1791 –
    El padre Alonso, con manos temblorosas, giró la llave de bronce incrustada en el reloj subterráneo. Los engranajes cobraron vida con un crujido metálico, y el suelo bajo sus pies comenzó a vibrar. Sor Juana gritó una advertencia, pero ya era tarde, un vórtice de luz azul los envolvió, arrancándolos del siglo XVIII.

    Monclova, 26 de febrero de 2026 – 11:56 PM
    Despertaron en medio de la Plaza Principal, pero algo era distinto:
    La Iglesia de Santiago Apóstol brillaba con proyecciones holográficas de santos., Carteles flotantes anunciaban: «Centenario del Pacto Cósmico de Monclova»., Gentes vestidas con ropas ajustadas y cristales en los ojos (¿lentes de realidad aumentada?) los miraban con curiosidad. Un niño señaló al grupo y dijo: «Mamá, ¡mira los actores de la Fiesta del Tiempo!».

    Una mujer con bata de laboratorio y un collares de ecuaciones cuánticas se acercó. Era Ana Paola, pero cincuenta años mayor: «Llegaron justo para el eclipse… y para la gran revelación». Los llevó a la cripta recién descubierta bajo San Francisco, donde un portal cuántico pulsaba al ritmo de un corazón. En las paredes, las mismas ecuaciones de 1791, pero ahora completas: φ=∫16892026E2−(m0c2)2 dt

    «Es la fórmula que une ambas iglesias», explicó la Ana futura. «No son túneles… son pliegues en el espacio-tiempo creados por la fe y la geometría sagrada».

    Un holograma de Fray Juan de la Luz apareció, revelando el secreto: Las iglesias fueron construidas sobre vórtices de energía telúrica., Los franciscanos y los astrónomos tlaxcaltecas pactaron usar ese poder para guardar conocimiento en caso de un colapso civilizatorio., El eclipse del 2026 era la fecha límite: si nadie activaba el mecanismo, los túneles se cerrarían para siempre.

    El grupo tuvo que elegir: Quedarse en 2026 y ayudar a descifrar los secretos cósmicos o regresar a 1791 para cumplir su misión original: proteger el reloj.
    Sor Juana tomó la mano del padre Alonso: «Nuestro lugar está en el pasado. El futuro ya tiene sus guardianes».
    Con lágrimas, la Ana del futuro activó el portal. Antes de desaparecer, murmuró: «Busquen el espejo enterrado bajo Santiago. Allí está la última pieza».

    De vuelta en 1791, el grupo encontró un espejo de obsidiana bajo los cimientos de Santiago Apóstol. Al mirarse en él, no vieron sus rostros, sino el cielo nocturno de 2026, con Sirio brillando más que nunca.
    En la última línea, Ana Paola (la autora) escribe:»Monclova no es una ciudad. Es un puente entre eras. Y ustedes, queridos lectores, acaban de cruzarlo».

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